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Tenemos que reafirmar que hombres y mujeres no tienen la misma manera de habitar el mundo, de interpretarlo y de actuar sobre él...

Seguir construyendo otros mundos posibles para las mujeres

Florence Thomas*

El ocho de marzo, día internacional de la mujer, y con extensión, todo el mes de marzo como mes de los derechos de las mujeres, nos proporciona un buen pretexto para soñar y pensar en utopías que para las mujeres colombianas se pueden traducir en nuestra fe en otros mundos posibles o por lo menos en un mundo de derechos y libre de violencias. Y hoy, además, en un mundo de paz. Y sí, desde Colombia este mes reviste un significado particular y por eso agradezco esta tribuna que gentilmente me han dado en la Pontificia Universidad Javeriana.

En primer lugar, nos permite hacer conciencia sobre la tenacidad de las estructuras patriarcales y machistas que siguen ubicando a las mujeres —a pesar de los enormes cambios obtenidos en los últimos cincuenta años— en un estatus de subordinación y de inequidad en lo social, lo económico, lo político y lo simbólico. Es bien sabido que la supremacía masculina todavía es casi total: los poderes económicos, políticos, culturales, religiosos, militares y judiciales están aún en manos de los hombres y las inequidades de género siguen siendo pan de cada día.

Quisiera recordar algunas de las más significativas y, de alguna manera, vergonzosas en estas primeras décadas del siglo XXI. Violencias laborales con una brecha salarial importante en el sector privado (las mujeres ganan en promedio entre el 11 y el 15% menos que los hombres), el desempleo de las mujeres hoy, después de dos años de pandemia, se ha duplicado y es prácticamente el doble del de los hombres. El eterno recargo de trabajo doméstico de las mujeres que significa un recorte de autonomía y de proyectos de vida, además de múltiples horas de trabajo no remunerado que sin embargo representan casi el 20% del PIB colombiano. Las cifras de violencias intrafamiliares, sexuales, los feminicidios (cada tercer día en Colombia una mujer es asesinada por su compañero, excompañero o familiar) sin olvidar las violaciones de niñas, niños y adolescentes (en Colombia cada año hay unas 4000 niñas de menos de 14 años que se vuelven madres).

No podemos olvidar mencionar la poca participación de las mujeres en política (menos del 20% de mujeres en el Congreso... una de las cifras más bajas de América latina). Esperemos que con ese nuevo Congreso de este mes de marzo, esta cifra cambie porque no podemos seguir confiando la marcha del país a los hombres. Tenemos que reafirmar que hombres y mujeres no tienen la misma manera de habitar el mundo, de interpretarlo y de actuar sobre él. Por esto es tan importante acabar con la falta de mujeres en la toma de las grandes decisiones del país. Sin embargo, según observaciones de las Naciones Unidas parece que tendremos que esperar muchas más décadas (más de 100 años) para lograr la paridad económica y política.

Ahora bien, en ese corto aporte mío, no quisiera terminar con demasiado pesimismo y recordar también que en los últimos 50 años, hemos avanzado. Por supuesto que sí. Falta mucho pero avanzamos porque hemos entendido que cuando las mujeres de un país avanzan el país avanza. Es así que tenemos que seguir, aportar nuevas voces y encontrar nuevas maneras de hacer política, de participar, de construir ciudadanía y de ser portadoras de utopías que este siglo necesita tanto.  

*Coordinadora del grupo Mujer y Sociedad

Twitter: @Florencemujer1