Hoy en la Javeriana: Tiempo de sosiego y renacer de los sentidos - Hoy en la Javeriana
Tiempo de sosiego y renacer de los sentidos
Luis Fernando Múnera Congote S.J.
Rector Pontificia Universidad Javeriana
El fin de año se presenta como un periodo especial, como un espacio en el tiempo que parece detenerse para ofrecernos una pausa cargada de significado, un tiempo para re-crearnos. En nuestra comunidad universitaria acostumbrada al ir y venir por el campus de estudiantes, profesores y administrativos llenos de ideas y responsabilidades, el cierre del ciclo académico invita a entrar en un estado de sosiego. Recibimos con ilusión este momento para recargar, reconectar y redescubrir.
Este tiempo de Navidad y Año Nuevo nos convoca a la vida en familia, a mirar dentro de nosotros mismos, disfrutar de la naturaleza y de las cosas simples de la vida. Es una época propicia para un despertar profundo de los sentidos; para recuperar la sensibilidad y el asombro que a menudo quedan eclipsados por el ritmo cada vez más vertiginoso de nuestras vidas. ¿Cuándo fue la última vez que realmente nos dimos la posibilidad de detenernos a sentir, a observar, a saborear, a oler o a escuchar?
La magia de esta época también está en que nos encuentra más dispuestos a redescubrir el tacto en un apretón de manos sincero o en un abrazo prolongado, a retornar a la esencia de los sabores que evocan recuerdos de infancia y seres amados, a revisitar los aromas, a escuchar con el corazón el canto de los villancicos o a detener la mirada en los bellos paisajes de nuestra tierra, en sus montañas, sus árboles, sus ríos, sus mares, sus aves.
Este tiempo de pausa, nos recuerda que, en la tradición bíblica, aprendemos que tanto la creación como el descanso tienen su lugar en la experiencia humana. Así como Dios descansó tras la creación, todos y todas necesitamos momentos de quietud y sosiego. Qué bueno poder disfrutarlos para renovar fuerzas en un proceso profundo de cuidado y cultivo de nuestro ser.
Ese observar distinto nos recuerda las palabras del gran pintor Marc Chagall que, cautivado en su juventud por la Biblia, la describió como “la fuente más grande de poesía de todos los tiempos”. En su obra llena de color, espiritualidad e ingenuidad, Chagall buscó reflejar ese secreto que veía en la vida y en el arte: la conexión entre lo divino, lo humano y la naturaleza. Detenerse, con sosiego, a observar la profundidad y el detalle de las historias que nos cuentan sus cuadros es un ejercicio que podemos desplegar de igual forma al tocar, al oler o al escuchar desde otras sensibilidades y más allá de lo evidente. Como decía Pessoa, “a veces oigo pasar el viento y me parece que solo para oír pasar el viento vale la pena haber nacido”.
Con este renacer de los sentidos, recibimos el Adviento como un tiempo de espera y preparación en el que abrimos nuestro espacio interior para acoger lo trascendente bajo la forma de un niño pequeño que ha nacido en un pesebre. Que la pausa que comienza nos permita mirar atrás con gratitud este año que termina y hacia adelante con la esperanza que nos caracteriza como comunidad. La gratitud es un sentimiento poderoso que merece ocupar un lugar central en estas fechas; agradecer lo que hemos aprendido, a las personas que nos han acompañado, los retos que hemos enfrentado unidos para que la Universidad Javeriana continúe siendo ese espacio extraordinario donde el conocimiento y la humanidad florecen de la mano.
Como lo afirma con fuerza la filósofa judía Hannah Arendt, cada niño que nace representa una posibilidad de algo nuevo en el mundo, cada niño trae un potencial de renovación y transformación. La llegada entre nosotros de Dios hecho niño nos muestra cómo, con la fuerza del amor, Dios siempre está creando y este mundo y nuestra comunidad tienen, con nosotros, gran capacidad de abrirse a lo nuevo que llega al mundo. Tenemos fe en que muchos de los brotes de vida que están en medio de nosotros florecerán y darán frutos nuevos que nos sorprenderán.
En este fin de año, mientras el campus descansa y nuestras vidas se entrelazan con las tradiciones y los afectos de la temporada, recordemos que somos parte de algo grande. Cuando regresemos en enero, lo haremos con nuevas energías, listos para seguir construyendo sueños y transformando realidades. Quiero invitarlos a que en 2025 sigamos caminando juntos con esperanza. No una esperanza ingenua, sino una esperanza que nace del trabajo cotidiano, del esfuerzo compartido, de la convicción de que nuestras acciones dejan huella en el mundo y en las personas. Gracias a nuestras pequeñas y grandes acciones, es posible que nuestro mundo sea más bello y mejor.
Con afecto, anhelo para cada miembro de nuestra comunidad universitaria una Navidad llena de calor humano y un periodo de sosiego que nos permita reencontrarnos con lo esencial y con un renacer de los sentidos.
Que 2025 sea un año lleno vida, luz y esperanza.