Hoy en la Javeriana: Comunicarnos sin daño para construir democracia - Hoy en la Javeriana
Comunicarnos sin daño para construir democracia
Luis Fernando Múnera, S.J. Rector
Con la llegada de la comunicación digital se replantea completamente la forma en que se puede establecer contacto entre las personas y también en la que informamos y somos informados. Por una parte, las cartas y los telegramas -modalidad que aseguraba mayor celeridad en el envío- son cosa del pasado. Hoy el teléfono móvil nos permite hacer llamadas y conversar con alguien, independientemente del lugar del planeta donde se encuentre; y si no está disponible en ese momento, tenemos medios como el correo electrónico o WhatsApp para establecer comunicación inmediata y dejar la notificación correspondiente.
Y qué decir en relación con las noticias. En la actualidad, gracias a las redes, la información circula ‘en tiempo real’ y queda también a nuestro alcance en la pantalla del teléfono móvil, un accesorio que se ha vuelto imprescindible y que demanda nuestra atención constantemente. Sin duda alguna, nuestro tiempo está caracterizado por la inmediatez y la interacción mediada por pantallas.
Pero esta forma maravillosa de comunicarnos, impensable hace apenas unas décadas, puede causar daño tanto en el ámbito de una persona o una familia como en el de un segmento importante de población o, incluso, de un país o una región. Todo depende de la forma en que se maneje la información. No es lo mismo contar algo o hacer un comentario en medio de un grupo de amigos o familiares, que escribir un texto al respecto y con un simple ‘click’, ponerlo en cuestión de segundos a la vista de miles o millones de personas.
En este contexto, cobra mucha mayor relevancia la veracidad y el fundamento de la información y, por lo tanto, la responsabilidad del informante; a lo cual se une la capacidad analítica y crítica de quienes tienen acceso al mensaje, porque fácilmente una persona puede convertirse en otro eslabón de una cadena de desinformación, poniéndose al servicio de quienes tienen ese interés.
Ahora bien, pensemos en las implicaciones que esta nueva cultura de la comunicación tiene en la construcción o destrucción de la democracia, que es un sistema de gobierno que se basa en la participación de los ciudadanos y la libertad de expresión; en la posibilidad de hablar, de ser escuchado y ejercer el derecho al voto para tomar decisiones que a todos nos afectan, entre ellas la de elegir a quienes tengan responsabilidad en la conducción de los asuntos públicos.
Lo que un individuo piense acerca de cualquier problema social o de una persona que figure en la escena pública está altamente determinado por la información que recibe al respecto, que no necesariamente ha buscado por sus propios medios. No podemos olvidar que la publicidad tiene sus caminos para encontrar la mirada del ciudadano. De esta forma, poco a poco, se va formando su parecer, el cual en un determinado momento hará que su pensamiento y, en consecuencia, su decisión en un debate democrático se incline en una dirección particular.
Como puede verse, para comunicar ‘sin daño’ es necesario comprometerse con la verdad, con el bien común y el interés general. En años recientes, todos hemos visto cómo en distintos lugares han surgido las noticias falsas, las fakenews, promovidas con fines específicos como han sido, por ejemplo, desacreditar a un candidato en unas elecciones o movilizar la opinión pública en favor o en contra de una determinada iniciativa. Esto constituye una amenaza para la democracia porque desorienta a los ciudadanos y afecta seriamente la credibilidad y la confianza.
Hace mal quien promueve una noticia falsa y, por lo tanto, miente, o quien, sin tener fundamentos, suelta opiniones tendenciosas y siembra dudas que debilitan la institucionalidad, apelando a una célebre sentencia: “difama, que algo quedará”. Alguien así, tal vez logre su cometido, pero a costa de su prestigio y respetabilidad, cosa que poco importa cuando se ignora el significado de la palabra vergüenza; y lo que es más grave, con perjuicio para la sociedad.
Ante esta situación, ¿qué podemos hacer en la Universidad? Por una parte, continuar investigando sobre estos grandes desafíos que en la era digital enfrentan el ciudadano y la democracia en materia de comunicación, lo cual va más allá de lo meramente educativo. También, es necesario redoblar nuestros esfuerzos para la formación de una ciudadanía crítica y bien informada. En este nuevo mundo invadido por pantallas, teléfonos móviles y redes, debemos trabajar para que la honestidad y la responsabilidad sean los pilares de la conducta en las personas.
Es necesario que los ciudadanos desarrollen la capacidad de analizar críticamente los mensajes que continuamente reciben, evitando convertirse en súbditos de unos amos peligrosamente poderosos. Es fundamental que cada uno pueda valorar las consecuencias de sus decisiones; renuncie a la manipulación como alternativa o estrategia, y se mantenga alerta para no dejarse manipular. Sólo así podrá ayudar a transformar positivamente la sociedad y fortalecer la democracia.